Alegal, Valencia se reencuentra con lo inesperado

En la esquina de la Avenida del Port, donde antes latían los antiguos Cines Aragón, hoy se abre un universo que no entiende de etiquetas ni de normas fijas. Se llama Alegal, y aunque se presenta como restaurante, lo cierto es que es mucho más: un espacio donde la cocina, el diseño, la música y la narrativa se entrelazan como piezas de una misma partitura.

Gastronomía con alma mediterránea

La carta de Alegal respira dinamismo. Su propuesta se mueve al ritmo de las estaciones, con platos que cambian cada cuatro meses y un compromiso firme con los productores locales. La brasa es el corazón que marca el compás, y a su alrededor desfilan recetas que viajan entre lo sofisticado y lo popular: desde un steak tartar con foie o la icónica cereza de foie con parmesano y Oporto, hasta un brioche “cojonudo” o la Burger Bull que ya hizo historia en la alta cocina.

No faltan, claro, los arroces que honran la tradición valenciana —de chuleta madurada, de coquelet, de pescado y carabineros— ni postres que rozan lo teatral, como el emblemático Tipsy Cake. Todo ello acompañado por más de cien referencias de vino y una carta de cócteles que no solo marida, sino que acompaña cada momento del día como un hilo conductor invisible.

Un escenario que habla

Alegal no se entiende sin su espacio. Los antiguos Cines Aragón se han transformado en un escenario que, más que un restaurante, funciona como un gran teatro. Mármol, madera, latón y tejidos nobles envuelven al visitante en un ambiente inspirado en el Art Decó, en la elegancia de los años 20 y en el cine de culto: ecos de El Gran GatsbyScarface o Al Capone sobrevuelan cada rincón.

El interiorismo, firmado por el estudio Pablo Peyra, no busca imponerse, sino sugerir. Cada sala, cada contraste de luz, cada cambio de ambiente está pensado para que la experiencia evolucione con el paso de las horas, del día a la noche. Lo que sucede dentro, lo saben solo quienes cruzan sus puertas.

Mucho más que comer

Porque en Alegal la mesa no es un punto final, sino un punto de partida. Las sobremesas se alargan, las conversaciones se cruzan con la música, y los fines de semana el ambiente se transforma en una experiencia de ocio que va más allá de lo gastronómico. Un lugar que habla el idioma de Valencia, pero con vocación internacional.

Quizá por eso su lema no deja lugar a dudas: Not another f***** restaurant*. Y es cierto. Alegal no grita, susurra. No vende platos, construye un universo. Uno al que se entra con el apetito, y del que se sale con la sensación de haber vivido algo inesperado.