Se acabaron los atardeceres eternos, las siestas sin culpa y los brindis que empezaban a mediodía. En Septiembre volvemos a la rutina pero con sabor a mar, sí… y que nadie diga que eso es sinónimo de aburrimiento. En Lobito de Mar Madrid, la vuelta es mucho más llevadera: sabe a mar, huele a brasa y se acompaña con buena compañía.

Porque si hay algo mejor que unas vacaciones, es la sensación de seguir saboreándolas sin tener que pedir días libres.

El Mediterráneo sigue en tu mesa

No hace falta huir de Madrid para sentir que el verano no se ha ido del todo. Basta con dejarse caer por Lobito y dejar que la carta haga lo suyo. Esa ensaladilla rusa de anguila ahumada, cremosa y delicada, que despierta los sentidos como el primer café de la mañana. O las chirlas salteadas con manzanilla, que huelen a sur y a casa.

Aquí, la rutina se rompe con cada arroz. El de marisco y pescado es una de esas recetas que te obligan a hacer una pausa. A bajar el ritmo. A cerrar el portátil antes de tiempo. Porque hay cosas que solo se disfrutan si te tomas tu tiempo, como ese fondo que sabe a fuego lento y a mar en calma.

Comer bien es el mejor plan de vuelta

El regreso a la oficina, al tráfico y a los días más cortos puede pesar. Pero en Lobito de Mar, la solución está clara: platos con alma marina, un ambiente que invita a quedarse y un equipo que cocina como quien quiere hacerte el día más fácil.

Y sí, el carpaccio de chuletón de atún con huevos al ajillo sigue estando ahí. Listo para reconectar con ese placer sencillo de comer algo que te hace feliz. Como un ancla que te recuerda que, aunque vuelvas al ritmo de siempre, aún puedes regalarte momentos que sepan a escapada.

Septiembre también puede ser tu mejor mes

Porque no todo tiene que volver al orden. También puedes improvisar. Reservar un martes como si fuera sábado. Comer entre semana como si estuvieras aún en la costa. Dejar que el mar entre en tu plato y te devuelva las ganas.En Lobito de Mar Madrid, septiembre no es el fin del verano. Es una nueva oportunidad para empezar con sabor. Para volver, pero volver bien. Con mar en el plato, vino en la copa y la promesa de que la rutina puede esperar… al menos hasta que se acabe el postre.

El verano va llegando a su fin, pero en Lobito de Mar Madrid, el sabor sigue navegando con viento a favor. Porque hay fechas que no necesitan fuegos artificiales para ser especiales. Y el 7 de septiembre es una de ellas: Lobito de Mar cumple seis años llevando el Mediterráneo directo a la mesa, sin filtros ni artificios. Seis años donde el mar, el arroz y la buena vida han sido los ingredientes de una historia que sabe a celebración.

Una travesía que empezó con sabor a sal

Todo comenzó en 2019, cuando el espíritu de chiringuito fino y barra marina aterrizó en Madrid con una promesa clara: ofrecer lo mejor del mar en pleno corazón de la capital. Desde entonces, cada plato ha sido un recuerdo. Un verano que no se va. Un trocito de costa que se cuela entre las calles madrileñas y hace que, por un momento, el asfalto huela a salitre y la sobremesa se alargue como si estuviéramos en vacaciones.

El alma de Lobito no está solo en su cocina, sino en esa manera tan suya de hacer que el mar se sienta cerca. De lunes a domingo, cada servicio es una oportunidad para escaparse sin hacer la maleta. Y por eso, cuando cumple años, no hace falta una gran fiesta: basta con sentarse en su mesa para entender por qué tantos vuelven, una y otra vez, a por más.

El carpaccio que nos conquistó

Hay platos que no necesitan presentación. En Lobito de Mar, el carpaccio de chuletón de atún con huevos fritos al ajillo es uno de ellos. Desde el primer día, este plato ha sido un icono. Una declaración de intenciones. Porque aquí, la cocina no solo alimenta: provoca. Sorprende. Y, sobre todo, emociona.

Es ese tipo de bocado que te obliga a parar. Que te hace cerrar los ojos por un segundo para saborearlo del todo. Un carpaccio que resume lo que es Lobito: un lugar donde lo clásico se encuentra con lo inesperado, y donde cada receta es una pequeña aventura.

Una celebración que se vive en cada mesa

Aunque no haya velas ni brindis oficiales, el aniversario de Lobito de Mar Madrid se celebra en cada servicio, en cada arroz bien hecho, en cada copa que acompaña una comida entre amigos. Porque cumplir años no es solo mirar atrás, sino seguir cocinando el presente con las mismas ganas del primer día.

Seis años después, la esencia sigue intacta. El producto sigue siendo el protagonista. El ambiente, relajado pero con clase. Y el equipo, con esa chispa que hace que cada visita se sienta como volver a un lugar conocido, donde siempre hay algo nuevo por descubrir.Porque sí: seis años saboreando el mar en Lobito de Mar no es solo un aniversario. Es una invitación a seguir celebrando los pequeños placeres, los momentos compartidos y las sobremesas sin reloj.

Madrid nunca se acaba. Tiene algo que atrapa, que empuja a caminar un poco más, a alargar la sobremesa, a decir “sí” a una copa aunque ya sea tarde. Y en medio de todo ese ritmo vibrante, hay rincones donde el tiempo se detiene. Donde se come bien, se ríe mejor y el recuerdo se queda para siempre. Este es un plan irresistible en Madrid con el sello de Dani García, en solo un día, pero con ganas de repetir.

Café y arte en el Barrio de Salamanca

Empieza tu día como lo hacen los madrileños: con un café con leche en una terraza al sol y un croissant crujiente. Luego, piérdete entre las calles de Serrano, Ortega y Gasset o Jorge Juan. Boutiques, librerías, galerías… el lujo y la autenticidad caminan de la mano en esta zona que parece hecha para pasear lento.

Un museo (o dos) para abrir el apetito

Madrid no se entiende sin sus museos. El Prado si quieres ir a lo clásico, el Thyssen si eres de descubrir cosas nuevas, o el Reina Sofía si te va lo moderno. Si prefieres algo menos convencional, date una vuelta por alguna expo temporal o incluso por el interior de algún palacio escondido en el centro.

Comida con acento viajero en BiBo Madrid

A esta hora, el cuerpo pide algo sabroso. Y BiBo Madrid tiene la fórmula perfecta: cocina con alma andaluza y espíritu viajero. Aquí puedes empezar con un brioche de rabo de toro que es puro placer, seguir con un ceviche con guacamole al momento o dejarte sorprender con un dim sum de rabo con toque jerezano.

El ambiente mezcla sofisticación con desenfado. Música suave, servicio impecable y esa sensación de estar en el sitio justo. Porque sí: el verano más sabroso se vive en BiBo, incluso en el corazón de Madrid.

Paseo por el Retiro (y siesta, si puedes)

Después de un festín así, toca bajar revoluciones. El Retiro es el lugar ideal: un clásico que nunca cansa. Alquila una barca o simplemente camina sin mapa. Madrid, con su plan irresistible, también se disfruta en silencio.

Cena a las brasas en Leña Madrid

Y para cerrar el día, toca fuego. Literal. Leña Madrid es la celebración de la brasa, la técnica y el sabor profundo. Aquí, la carne madurada se convierte en obra de arte. El tuétano asado emociona. Las verduras a la llama se ganan un puesto protagonista. Todo está cuidado, desde el punto de cocción hasta la vajilla. El fuego es el secreto en Leña, pero también lo es la atmósfera: moderna, elegante, vibrante. Perfecta para una cita, una reunión especial o simplemente para darte un homenaje sin excusas.

Arte líquido

Tras la cena, deja que la noche comience en El Coleccionista. Entre luces cálidas y buena música, cada cóctel se convierte en el protagonista de la velada, perfecto para cerrar el día o empezar la noche con estilo.

Hay sabores que no entienden de estaciones. Que se te quedan pegados al paladar como la sal a la piel tras un baño en el mar. Y aunque el calendario marque septiembre, en Lobito de Mar Madrid, el verano no acaba. Se queda servido en cada plato, en cada arroz, en cada copa que se alza como si la sobremesa fuera eterna.

Porque hay formas de alargar las vacaciones sin salir de la ciudad. Y la más sabrosa empieza al sentarse a la mesa, pedir sin prisas y dejar que el Mediterráneo haga lo suyo.

El mar en la capital, sin billete de ida

Madrid tiene su propio refugio costero. Y no, no hace falta GPS para llegar. Lobito de Mar lo ha hecho posible desde 2019: traer el sur, el salitre y la brisa en formato bocado. Aquí, cada servicio es una escapada breve, pero intensa. No hay playa, pero sí ceviche. No hay sombrilla, pero sí copas largas, risas lentas y platos que huelen a chiringuito elegante.

Porque un verano que no se va empieza en la barra y termina en el arroz seco de marisco con ese fondo que lo dice todo sin palabras. O en el carpaccio de atún con huevos fritos al ajillo, ese plato que ya es tradición, deseo y costumbre. Uno de esos que despierta el apetito… y algún recuerdo.

Sabor a vacaciones, aunque sea lunes

No hace falta estar de viaje para sentirse lejos del ruido. En Lobito, el mood cambia al primer bocado. Quizá sea la ensaladilla de anguila ahumada que desarma hasta el alma más seria. O las chirlas salteadas con manzanilla que te hacen cerrar los ojos, solo por el placer de saborearlas en silencio.

Los almuerzos de entre semana se visten de arroz al sarmiento, de lubina con piel crujiente o de burger de atún con canónigos que entra como una caricia. Y el postre… bueno, la tarta de queso fresco no necesita defensa. Solo ganas.

Porque sí, el verano que no se va en Lobito de Mar es también ese en el que el tiempo no apremia. Donde nadie mira el reloj. Y donde, por un rato, uno se olvida de la rutina y vuelve a ese momento de playa, de sobremesa sin fin, de copa al sol.

Que septiembre te pille con hambre

Mientras algunos guardan la sombrilla, aquí seguimos sirviendo vacaciones a la carta. Porque el mar no se va, ni el buen sabor tampoco. Y en Lobito, septiembre es solo una excusa para seguir celebrando lo que nos gusta: comer rico, compartir sin prisa y brindar por los días largos… aunque ya anochezca un poco antes.

Así que si este mes se te hace cuesta arriba, ya sabes dónde refugiarte. En Lobito de Mar Madrid, el verano no se va: se come.

No hace falta cruzar una puerta con llave para volver a casa. A veces, basta un aroma, un sabor, una mesa que te acoge sin preguntas. En Tragabuches, cada plato tiene algo de refugio, de raíz, de abrazo. No hay artificios. Solo producto, alma andaluza y cocina que emociona. Porque sí, comer en Tragabuches es volver a casa, aunque sea la primera vez que entras.

Raíces que se sirven en el plato

La historia de Tragabuches no se entiende sin hablar del origen. De aquel primer restaurante que marcó el inicio del universo Dani García, y de esta nueva versión que, más que un regreso, es una declaración de principios. Aquí se cocina con verdad. Con ingredientes que hablan andaluz, con tiempos que respetan la naturaleza del producto y con una intención clara: reconectar. Desde el pan hasta el último bocado del postre, comer en Tragabuches es volver a casa porque todo sabe a esencial.

Producto, sabor y emoción

Hay platos que no necesitan explicación. Que llegan a la mesa con un lenguaje universal: el del sabor que emociona. En Tragabuches, el producto de temporada lo es todo. Verduras que aún conservan el brillo de la tierra, pescados frescos, carnes nobles… cada uno tratado con mimo, con respeto, con intención. No se viene aquí a probar la técnica, se viene a sentir. Y en cada plato, hay algo que te recuerda a ti.

La mesa como lugar de encuentro

Comer en Tragabuches no es solo una experiencia gastronómica. Es una sensación. La de estar en un lugar donde todo tiene sentido. Donde no hace falta hablar alto, ni vestir de gala. Donde te sientas, respiras hondo y piensas: “aquí, sí”. Por eso, comer en Tragabuches es volver a casa. Porque es el tipo de sitio al que no solo se va, se vuelve. Una y otra vez.

Aunque se pasen el día salvando el mundo, hasta los superhéroes necesitan un buen almuerzo. Y si tuvieran un día libre en Madrid, Marbella o Tarifa, no irían a la Torre Stark. Irían a comer. Porque entre universos paralelos y batallas galácticas, hay una verdad inquebrantable: nada supera a una buena comida en Grupo Dani García.

Imagina la escena. Tony Stark aparcando su coche frente a BiBo Madrid con el mismo estilo con el que aterriza en Mónaco. Thor llegando con su martillo a Leña como si fuera parte de la decoración. Y Lobezno… bueno, él no reservaría. Simplemente entraría y pediría lo suyo.

BiBo Madrid: sabores para trotamundos (y genios multimillonarios)

Qué pediría Iron Man en BiBo Madrid
 Tony Stark lo tiene claro: elige BiBo por su ambiente internacional, su vibra chic y esa carta que es un viaje sin despegar del asiento. Se decantaría por un brioche de rabo de toro con salsa Bull, un guacamole preparado al momento —porque la perfección no espera— y lo acompañaría con champán, claro. No por presumir. Bueno… tal vez sí.

Y Peter Parker, si cuela con su carné de estudiante, también pediría BiBo Tarifa.
 Es joven, curioso y con hambre perpetua. Lo suyo sería un tartar de atún de Barbate, una tapa japonesa «porque suena a ciencia» y una Coca bien fría para brindar con MJ por sobrevivir otro semestre.

Leña Marbella: donde los héroes rugen

Thor en Leña Marbella
 No necesita menú. Solo una mesa al lado del fuego. En Leña, el dios del trueno encuentra su lugar. Un chuletón digno del Valhalla, costillas que se deshacen con la mirada y brasas que chispean como el mismísimo Mjölnir. De beber, hidromiel. O algo que se le parezca.

Lobezno, por supuesto, elige Leña Madrid
 Silencioso, intenso y con cero tolerancia a platos tibios. Él pediría el steak tartar con un toque salvaje, y quizás unas croquetas… si está de buen humor. No comparte. Ni comida ni mesa.

Tragabuches Marbella: tradición con traje de gala

Black Panther se siente en casa en Tragabuches
 Elegante, con valores profundos y un respeto absoluto por lo auténtico. T’Challa encontraría en Tragabuches la armonía perfecta: cocina de raíz, ingredientes con historia y un gazpacho frío que le recuerda que el lujo está en lo simple. ¿Su plato estrella? Un guiso servido en cazuela, de esos que huelen a verdad.

Lobito de Mar: un festín para viajeros estelares

Doctor Strange en Lobito de Mar Madrid
 Es misterioso, calculador y con gustos refinados. Aquí no hay capas, pero sí ceviches que rozan la magia, chirlas al vino manzanilla y un arroz seco de marisco que abre portales sensoriales. Pediría una copa de vino blanco y se quedaría observando el plato como si leyera su destino.

Capitana Marvel aterriza en Lobito de Mar Marbella
 Y no pide poco. Ostras, baby burger de atún, arroz al sarmiento… y tarta de queso para cerrar la misión con gloria. Poderosa, sí. Pero también con debilidad por el buen producto y la sobremesa sin prisas.

¿Y tú, qué pedirías?

Puede que no tengamos un escudo como el de Capitán América ni poderes como Wanda, pero sí algo igual de importante: el gusto por comer bien. En Grupo Dani García, cada restaurante es una experiencia distinta, como un universo propio dentro del multiverso del sabor.

Qué pedirían los superhéroes en Grupo Dani García no es solo una fantasía. Es una excusa perfecta para mirar la carta con otros ojos, para elegir platos como quien elige su próxima misión. Porque aquí no se salva el mundo. Se saborea.

Y si aún no lo tienes claro, piensa como un vengador: elige restaurante, haz tu reserva y únete a la liga más deliciosa del planeta.

Marbella no se visita. Se vive. Se saborea. Desde que amanece hasta que cae el sol, tiene ese magnetismo andaluz que mezcla lujo, autenticidad y alegría sin esfuerzo. Aquí, cada plan puede ser una postal. Y si solo tienes un día, lo ideal es vivirlo sin prisas y con mucho apetito. Porque un día perfecto en Marbella empieza con mar, sigue con sol, y se termina como debe ser con un buen festín, o varios.

Paseo entre buganvillas y café con calma

Empieza la mañana en el casco antiguo, donde las fachadas blancas y los balcones floridos te saludan en cada esquina. Aquí, el desayuno no es un trámite: es una pausa deliciosa. Café con leche, pan artesanal con aceite andaluz y tomate del bueno. Nada como eso para entender que en Marbella la vida se vive despacio.

Playa, paseo marítimo o mercadillo

Puedes seguir hacia el mar, dar un paseo por la arena o descubrir algún mercadillo escondido entre urbanizaciones con encanto. Marbella tiene alma costera, pero también rural, chic y mediterránea a partes iguales. Cada calle es una invitación a improvisar.

Comida con sabor a sur en Tragabuches Marbella

La hora del almuerzo merece una mesa que hable andaluz. Y no hay mejor opción que Tragabuches, un homenaje a la cocina tradicional del sur, con productos de kilómetro cero y recetas con alma.

Aquí todo empieza con un sofrito. Con aceite de oliva que sabe a sol. Con platos que te recuerdan a casa aunque no seas de aquí. Prueba su ensaladilla rusa, su menú del día, o un guiso que parece hecho por una abuela con estrella Michelin. Andalucía se saborea en cada plato, y Tragabuches lo confirma con elegancia y fondo.

Siesta, piscina o paseo entre boutiques

Después de comer así, el cuerpo pide calma. Puedes darte un chapuzón, tumbarte al sol, o explorar las tiendas del centro o Puerto Banús. Lo importante es que lo hagas con la tranquilidad que solo llega después de un buen almuerzo y una copa de vino.

Tardeo marino en Lobito de Mar

A medida que baja el sol, el plan perfecto está en Lobito de Mar, ese restaurante que interpreta el espíritu del chiringuito clásico, pero lo eleva a otro nivel. Aquí el mar no se impone, se insinúa. Y se sirve en forma de ensaladas frescas, mariscos del día, boquerones con carácter y arroces que huelen a vacaciones.

Es el sitio ideal para un «tardeo» con acento salino: un vino blanco bien frío, una ración para compartir y ese murmullo de gente feliz que solo se escucha donde se come bien.

Cena entre brasas en Leña

Y cuando crees que el día no puede ir a más, llega Leña. El templo de la brasa. El fuego como técnica, como emoción, como espectáculo. Aquí, la carne madurada se trata como oro. Las verduras tienen carácter. Y cada plato es un equilibrio entre fuerza y elegancia.El fuego es el secreto en Leña, pero también lo es el ritmo del servicio, la estética del local, la sensación de estar donde todos quieren estar. El lugar perfecto para cerrar el día con un brindis, una sobremesa larga y la promesa silenciosa de volver.

Un mediodía con más sabor

Hay días que merecen más. Más sabor, más calma, más belleza. Días que, en mitad del bullicio de la ciudad, piden una pausa con estilo. Una mesa bien puesta, una copa fría, y un menú que te recuerde por qué comer puede ser el mejor momento del día. Para eso está el menú almuerzo de Leña Barcelona.

Comer sin prisa, con estilo

No hay que esperar a una cena especial para vivir una experiencia gastronómica que lo tenga todo. Basta con cruzar las puertas del Grand Hyatt de Barcelona y dejarse llevar por el restaurante más bonito de la ciudad. Sí, lo dicen muchos y con razón: Leña es espectacular. Y en el centro de todo, el fuego. Ese que da nombre al restaurante, y también al alma de cada plato.

Porque aquí no se trata solo de comer. Se trata de disfrutar sin prisa. De sentarte a la mesa y sentir que el tiempo juega a tu favor. Y eso es justo lo que propone el menú almuerzo de Leña Barcelona: un paréntesis perfecto entre reuniones, llamadas y listas de tareas.

Una carta breve, pensada para disfrutar

Cada mediodía, de lunes a viernes, Leña despliega una propuesta pensada para paladares que saben lo que quieren. Primero, un entrante frío: puede ser su burrata ahumada, delicada y sedosa, o su famosa ensalada César, con ese toque crujiente que engancha desde el primer bocado. Luego, algo caliente: unas croquetas de butifarra de perol que huelen a cocina de verdad, o el dúo de yakis —alita y meatball— que mezcla lo castizo con un guiño viajero.

Como plato principal, hay donde elegir. Desde la picaña madurada al Josper con verduras y romesco (un clásico con carácter) hasta una lubina que se deja querer tras tres días de maduración. Si eres de los que no perdonan la carne, la Burger Bull no falla. Y si lo tuyo es el mar, el salmón con piquillos y tapenade es una apuesta segura.

¿Y de postre?

¿Postre? Si eliges la opción completa por 40€ prepárate para decidir entre una tarta de chocolate intensa, un tiradito de piña asada que equilibra dulzor y frescura, o ese flan que soñó con ser tocino de cielo. ¿Y sabes qué? Casi lo consigue.

Por 34€, puedes disfrutar de dos entrantes y un principal. Por solo 6€ más, se suma el broche dulce. No incluye bebida, pero sí incluye algo más importante: el gusto de saberse bien tratado. Porque eso es lo que pasa cuando eliges el menú almuerzo de Leña Barcelona: que te sientes donde te sientes, el momento te pertenece.

Una rutina que apetece

El verano puede ser largo. Las semanas, densas. Pero cuando sabes que al otro lado del e-mail te espera un almuerzo así, todo cambia. Y con septiembre a la vuelta de la esquina, no hay mejor forma de anticiparse a la rutina que con un plan como este.

Ya lo sabes: si buscas comer bien sin prisa, con estilo y sabor, el plan está servido.

Hay sabores que no necesitan presentación. Basta con probarlos una vez para que se queden en la memoria. Y si hay una tierra donde el sabor es identidad, esa es Andalucía. Su aceite, su atún, sus tomates, sus vinos… no son solo ingredientes: son cultura, son raíz, son el alma de una cocina que no entiende de prisas ni de artificios. Y en los restaurantes de Grupo Dani García, esa alma se sirve a diario, plato a plato, rincón a rincón. Andalucía se saborea en cada plato, y esa es la promesa que conecta todos los espacios del grupo: desde la brasa elegante de Leña hasta la frescura salina de Lobito de Mar, pasando por la fusión viajera de BiBo y la tradición con acento del sur de Tragabuches.

El oro líquido que todo lo transforma

Empecemos por lo más esencial: el aceite de oliva virgen extra. En Grupo Dani García se utiliza como se usa el cariño en la cocina de una madre: en todo. Procedente de almazaras andaluzas seleccionadas, este AOVE no solo cocina, también adereza, termina platos, perfuma sopas frías y potencia sabores.

Una tostada con tomate en Tragabuches, una ensaladilla en Lobito de Mar o un tartar en BiBo… todos se elevan cuando el aceite es el correcto. No se trata de cantidad, sino de carácter. Y el de Andalucía tiene mucho.

Atún rojo: el embajador del mar andaluz

El atún rojo es otra de esas joyas que se sirven con orgullo. En BiBo se presenta en tartares atrevidos y brioche juguetones. En Lobito de Mar, se respeta su esencia: carpaccios finos, burgers delicadas, lomos perfectos. Siempre tratado con respeto, siempre protagonista. Porque cuando un producto es así de noble, solo hay que saber cuándo parar.

Y ese es el secreto andaluz: no disfrazar lo que ya es bello.

Tomates con historia, pan con oficio

El tomate de la huerta andaluza, carnoso, dulce, ligeramente ácido, es uno de esos ingredientes que, con solo sal y aceite, ya lo dicen todo. En Tragabuches, por ejemplo, se convierte en gazpacho, salmorejo o ensalada con ventresca. Pero sobre todo, en recuerdo. A infancia, a campo, a verano eterno.

Y qué decir del pan andaluz. Artesano, crujiente, con miga que invita a mojar. Ese que no se deja a un lado del plato, sino que se convierte en parte del ritual. En Leña, acompaña carnes. En Lobito, recoge salsas marinas. En Tragabuches, se moja en el fondo de un guiso.

Quesos, chacinas y dulces con acento

El queso payoyo, la caña de lomo ibérica, el jamón de bellota… productos que hablan con acento del sur y que abren el apetito solo con nombrarlos. Se sirven con mimo, con cortes precisos y sin añadir más que una buena copa para acompañar.

Y para cerrar, los dulces. Desde una tarta de queso cremosa hasta un helado de aceite de oliva o un tocino de cielo con cítricos. Porque Andalucía también se expresa en el postre. Con tradición, con azúcar, y con ese punto justo que te hace decir: “un poco más, por favor”.

La tierra como bandera

En los restaurantes del Grupo Dani García, no se habla de km 0 como una moda. Se vive como una declaración de principios. Los productos andaluces no solo están presentes: son el centro. Porque no hay vanguardia sin raíz. Y no hay cocina con alma sin respeto al origen. Andalucía se saborea en cada plato, y ese sabor no es solo una cuestión de gusto. Es emoción, es historia, es pertenencia. Y en cada bocado, el sur se vuelve universal.

Hay veranos que se cuentan por días… y otros que se miden por canciones. Por brindis al atardecer. Por ese plato que no se olvida y ese ritmo que, sin darte cuenta, te pone a bailar. Así es agosto en BiBo Tarifa: una banda sonora a pie de playa con sabor a sur, a libertad, a planes que no necesitan filtros.

Aquí, entre la brisa del Atlántico y las dunas de Valdevaqueros, la vida pasa más lento. O quizá, simplemente, se vive mejor. Porque hay algo en BiBo Tarifa que te atrapa: el ambiente relajado, el vaivén de las copas, los pies casi descalzos bajo la mesa… y una agenda musical que convierte cada noche en un recuerdo.

La música empieza cuando llega el sabor

Este mes de agosto, BiBo Tarifa se convierte —aún más— en ese lugar al que uno quiere volver. La fórmula es sencilla: una reserva en la mesa, una copa fría entre las manos, algo rico que compartir… y que suene la música.

La agenda musical de BiBo Tarifa arranca fuerte el 1 de agosto con el arte de Manuel Muñoz, en colaboración especial con Águila Dorada. Un comienzo con alma andaluza y mucho duende.

Y a partir de ahí, no hay pausa. Andrés Roldán y su flamenco fusión se adueñan del mes con varios conciertos (3, 9, 24 y 29 de agosto), mientras que La Marabunda (10, 22 y 31) trae ese toque canalla que hace vibrar las noches sureñas. Negro Mate, con su estilo más rockero, pondrá la nota diferente los días 7 y 20. Y para los que buscan calor latino, el Concierto Latino (14 y 28 de agosto) es puro ritmo y sabor.

En total, 13 fechas para que el verano tenga su propia playlist. Y todas, con un solo escenario: el cielo de Tarifa pintado de rosa, las mesas al aire libre, y BiBo como epicentro de todo.

Una mesa, una copa, y música

Pero que nadie se equivoque: en BiBo Tarifa, la música empieza en el plato. Mientras suena la guitarra, el mantel se llena de bocados viajeros con alma del sur. El gazpacho de cereza con queso fresco, los brioche de rabo de toro, el sashimi de hamachi con yuzu… sabores que te llevan lejos sin moverte de la costa gaditana.

¿Y para brindar? Una carta de cócteles que da ganas de verano: desde el clásico mojito hasta creaciones de autor que maridan a la perfección con cada nota musical. Porque si algo tiene la agenda musical de BiBo Tarifa, es que invita a quedarse. A alargar la sobremesa. A dejar que la música y el buen comer hagan el resto.

El verano más sabroso se vive en BiBo Tarifa

No hay que irse lejos para sentir que estás de vacaciones. A veces, basta con una mesa a pie de playa, un poco de flamenco fusión y un plato que te haga cerrar los ojos. Porque el verano más sabroso se vive en BiBo Tarifa, entre canciones, amigos y ese algo que solo ocurre aquí.

Si estás por la zona, haz tu reserva. Si aún no has venido, ya tienes excusa. Porque cada concierto, cada plato, cada noche en BiBo Tarifa sabe a historia que merece ser contada. Y lo mejor de todo es que aún quedan muchas por escribir.