Hay señales que marcan el inicio del buen tiempo. Días más largos. Cielos más azules. Ganas de mar, y ganas de espetos, porque en cuanto llegan los meses sin R en Lobito de Mar, sabemos que algo cambia. Que ya huele a verano, a brasas encendidas, a espetos asomando sobre la arena, a un limón partido, a sal.
Mayo es el mes que lo confirma. La “R” se ha ido. El calor se queda y los espetos, también.
Es el momento exacto en el que se alinean el hambre, la nostalgia y las ganas de buen tiempo.
Una mesa mirando al mar. Una cerveza helada. Un espeto que se deja esperar. Pero que cuando llega, lo hace con gloria. Sardinas crujientes por fuera, jugosas por dentro. El sabor que te transporta. Y ese ritual que, aunque parezca sencillo, no lo es. Porque hacer un espeto no es solo pinchar una sardina. Es fuego, tiempo, brisa. Y en mayo, todo eso se vive mejor en Lobito de Mar.
Espetos al sol
Aquí, el espeto es tradición, cada caña, cada vuelta, cada punto exacto de sal, cada carbón encendido, son momentos que saben a verano. Y así, mayo nos da la bienvenida a todo eso, a las risas que se alargan, a los domingos sin reloj. Todo sabe distinto cuando hay brasas.
Aquí hay espetos que cuentan historias que empiezan en un chiringuito, y que se quedan contigo para siempre.
Por eso, cuando escuches “espetos”, piensa en mayo. Piensa en sol. Piensa en Lobito de Mar.
Porque aquí los meses sin R se celebran. Se viven. Se saborean con las manos. Con el alma.
Es la temporada que nos recuerda que lo mejor está por venir. Que la felicidad puede servirse en caña.
Que un espeto recién hecho vale más que mil palabras. Y que mayo huele a humo, sal y promesa.
Promesa de verano. De días sin prisa. De sabor auténtico. De esas cosas que solo pasan en Lobito de Mar.
Así que ya lo sabes. Si es mayo, hay espetos, si hay espetos, hay brasas, si hay brasas, hay Lobito de Mar y, si estás en Lobito de Mar, es que han vuelto los meses sin R.