Ocho países, un pasaporte imaginario y ninguna maleta. Así es el nuevo menú de BiBo Madrid, que llega justo a tiempo para comerse el verano sin despegar.
Aquí no se pide visado, solo hambre. Porque ocho países no es un menú cualquiera, es una vuelta al mundo que empieza en julio y acaba con arroz con leche.
El verano ya está aquí, y tú sin plan. Pues ya tienes uno: ir a BiBo, sentarte tranquilo y comerte el planeta en menos de dos horas.

El mundo cabe en una mesa

El menú ocho países no tiene escalas largas ni overbooking, solo sabor. Entras en BiBo Madrid y, sin darte cuenta, estás en México. Luego Perú, luego Japón… y de repente estás mojando pan en España. Sin moverte del sitio.
No hay guía turístico, pero sí hay guacamole que se hace al momento. Y langostinos Robuchon que parecen susurrar “bonjour” al primer bocado.

Lo mejor es que puedes ir sin pasaporte. Solo necesitas ganas de probar cosas nuevas.
Y si eres de los que se ponen nerviosos con tanto cambio, tranquilo: al final siempre llega Italia a poner orden. La pasta viene con torreznos, y no, no se puede explicar. Se prueba y punto.

BiBo tiene esa magia de convertir una comida en un paseo por medio planeta. Pero sin el estrés del aeropuerto y con aire acondicionado.

El truco está en no pensarlo demasiado

Hay quien lee la carta y se bloquea. Aquí no. En el menú ocho países, viene todo pensado. Te sientas, dices “sí” y ya está. Es como una degustación sin protocolo. Llega un plato, lo pruebas. Te gusta. Llega otro, lo pruebas. Te gusta más. Y así hasta el postre.

El truco está en no pensarlo. Tú déjate llevar. Que si ceviche, que si brioche, que si tartar. No preguntes, mastica. Y si te sorprende una ensaladilla rusa con huevo de codorniz, sonríe. Aquí el mundo cabe en una ración.

BiBo Madrid no quiere que estudies la carta como si fuera un examen. Solo que disfrutes como si te hubieras ido de Erasmus sin dejar tu silla. Y cuando crees que ya no puedes más, aparece India. Con arroz con leche, claro. Pero no como lo imaginas. Más cremoso, más fresco, más… BiBo.

Verano, comida y risas: el plan infalible

El verano pide terraza, algo fresquito y un menú que te saque una carcajada. Eso lo tiene BiBo de sobra. El nuevo menú ocho países está pensado para que no hables de calor, hables de comida. Que siempre da más alegría.

Y si vas con amigos, mejor. Esto se disfruta en grupo. Se comenta cada plato. Se pelea por el último bocado. Se brinda sin motivo. El menú lo pone BiBo, la fiesta la pones tú.

Hay quien en julio busca playa. Tú busca mesa. Que el ceviche enfría más que el ventilador y el brioche da más alegría que el chiringuito.

Lo importante es salir con la sensación de haber estado en varios países sin moverse del barrio.
Eso sí que es viajar sostenible. Y sin jet lag.

Ocho países, un lugar

Si algo está claro este verano es que el menú ocho países de BiBo Madrid va a dar más vueltas que el globo terráqueo. Así que no lo pienses mucho. Desde el 7 de julio de lunes a viernes, hay mundo nuevo en cada plato.

No hace falta estudiar gastronomía internacional para entenderlo. Solo hay que tener hambre.
Y si llegas al final diciendo “qué maravilla”, ya está. Has dado la vuelta al mundo y has vuelto mejor de lo que saliste.

¿Maleta? No. ¿Pasaporte? Tampoco. ¿Reserva en BiBo? Imprescindible. Porque este verano, el viaje empieza por el estómago.

En Tragabuches estamos a punto de dar un giro. Uno elegante, muy andaluz y con sabor a campo. Tradición, KM0 y sabor andaluz: así se reinventa Tragabuches.

A partir del 9 de julio en Marbella y del 16 en Madrid, decimos adiós (pero solo un poco) a la carta tradicional pero Andalucía, los ingredientes locales y las recetas con alma, siguen siendo los protagonistas.

Un viaje al origen, sin salir del restaurante

Tragabuches nació para rendir homenaje a lo que somos. Al aceite de oliva que sabe a sol. Al tomate que huele a huerta. Y al guiso que empieza con un sofrito lento. Porque el lujo está en lo simple. En el pan recién horneado. En el gazpacho frío que sabe a infancia. Y en ese estofado que huele a casa de abuela.

¿Y quién era Tragabuches?

Para los que no lo sepan, Tragabuches no es solo un nombre con arte. Fue un bandolero. De los de la sierra. Torero, cantaor y fugitivo. Dicen que mató por despecho, que escapó por amor y que vivió cantando por los caminos. Un personaje de leyenda. Andaluz hasta las cejas. Y si algo nos inspira de él, no es su vida delictiva. Es su autenticidad. Su libertad. Su forma de vivir sin pedir permiso. Así cocinamos aquí. Tragabuches no es un restaurante cualquiera. Es un homenaje vivo a Andalucía. A su historia, su tierra y su forma de sentarse a la mesa.

La pizarra del día: fresco, ligero y con acento del sur

En Tragabuches, el verano se escribe con tiza. Y sabe a mar. Cada día, nuestra carta se renueva con propuestas ligeras, frescas y llenas de sabor. No hablamos de platos pesados ni de guisos eternos. Aquí se viene a comer bien sin renunciar al verano. Con recetas que refrescan y productos que llegan directos del puerto o la huerta.

La pizarra marca el ritmo. Cambia según lo que traiga el mercado, según lo que brille esa mañana en la lonja. Porque si algo nos gusta en Tragabuches es cocinar lo que toca, cuando toca. Y todo, claro, con ese punto andaluz que se nota, pero no se impone. Ligero, pero con alma. Tragabuches se reinventa desde lo sencillo. Desde el producto. Desde la tradición. KM0 y sabor andaluz, servidos con elegancia y una sonrisa.

Alta cocina con alma de patio

Nuestro público es exigente. Le gusta comer bien. Pero también quiere autenticidad. Y eso es justo lo que ofrecemos. Esta nueva etapa no es menos sofisticada. Al contrario. Es un lujo que no se finge. Una elegancia que nace de la tierra. Porque Tragabuches siempre ha sido eso: un lugar donde la tradición se sube a la mesa con traje nuevo. Pero sin perder el acento.

Andalucía a bocados

Este nuevo concepto es, sobre todo, una declaración de amor. A nuestra tierra. A sus sabores. Y a la gente que los cultiva, pesca o elabora. Cada cucharada lleva un trozo de Andalucía. Cada plato cuenta una historia. Y cada día, esa historia cambia un poco. Porque tradición, KM0 y sabor andaluz: así se reinventa Tragabuches.

Cuando el calor aprieta, no hay nada como unas buenas recetas veraniegas de Grupo Dani Garcia. Y si algo tienen en común Leña, Lobito de Mar, Tragabuches y BiBo, es que saben adaptarse al verano. Platos ligeros, frescos y sabrosos.

Verde que te quiero fresco

En BiBo Madrid, hay una ensalada de sandía, atún y kale frito que te refresca, crujiente, aliñada y con toque de ponzu. Perfecta para empezar. Si estás en BiBo Tarifa, el tartar de atún bipolar con soja blanca. Y ya que estás, no te pierdas al ceviche, cítrico, suave y más refrescante que un ventilador apuntando a la cara.

En Leña, incluso en verano, se come con ganas. El aguacate de Málaga a la brasa, pesto de cilantro joven y salpicón vegetal con queso feta. También una bonita ensalada de tomates con jugo de aceituna verde y hierbabuena ¿Y de postre? el espejismo de melocotón estofado con albahaca, helado de yogurt y ralladura de naranja.

En Lobito de Mar, si no pides arroz, te estás perdiendo lo mejor. El de pollo Coquelet, es un clásico y el de bogavante, no puedes saltártelo. No hace falta complicarse. Un buen fondo, el punto justo y marisco de verdad. Así se hacen las cosas en verano. Y así se disfruta.

Sopas frías con personalidad

En Tragabuches, el gazpacho no es rojo. Es rosa. El de cereza se lleva la palma. Fresquito, ácido, dulce y con un toque de aceite rico. También puedes probar el salmorejo, que no falla, y en verano, el cuerpo pide cosas así. Sopas frías, ligeras y con sabor es decir, recetas veraniegas de manual, con fruta, verdura y frescura.

Final dulce pero ligero

Después de tanto plato rico, algo fresquito. En Tragabuches, siempre tienen postres para bajar las revoluciones sin caer en coma. La tarta de queso es un clásico.

En BiBo y su sol de Marbella con sabor a naranja, azahar, puré de almendra Marcona y crema de naranja que te transportará a los jardines andaluces o Lobito de Mar, con su icónico Happy Hippo, fresco, dulce y cremoso. Lo justo para terminar con una sonrisa. Y en Leña y su Tarta di Rose acompañada de helado para compensar el calor de las brasas.

Porque sí, hasta los postres tienen su versión para el calor. Más suaves, más frescos y, sobre todo, menos pesados.

San Juan no es solo fuego y deseos lanzados al cielo. Pero seamos honestos, pedir deseos está bien, pero comer tu plato favorito, mejor. Hay quien escribe lo que quiere soltar en un papel y lo quema. En Grupo Dani García preferimos quemar lo que haga falta en la brasa. Lo importante es reunirse con los tuyos, reírse un poco y que la mesa esté llena. De platos, no de problemas.

Entre brasas, mariscos, cocas y arroces, San Juan tiene más menú que ritual. Si estás en Marbella o Madrid, cualquiera de estos restaurantes sirve como punto de encuentro. Si estás en Barcelona, cuidado: en Leña Barcelona la tradición es seria. Prueba la coca de llardons y se brinda con cava como manda la noche.

Fuego, salitre y una Coca bien puesta

La noche de San Juan es la excusa perfecta para encender una hoguera o una parrilla. En Leña, por ejemplo, el fuego está controlado pero el ambiente no tanto. El steak no necesita ritual. Solo hambre. Las costillas tienen más poder que cualquier conjuro.

Pero si lo tuyo es el mar, no hace falta ir a la playa a saltar olas. En Lobito de Mar, tanto en Marbella como en Madrid, el sabor a verano se sirve por raciones. Con un ceviche que despierta hasta el deseo más enterrado y un arroz que hace olvidar que no hay hoguera.

Y si en tu caso celebras en Barcelona, la coca de llardons con su crujiente perfecto se sirve con una copa de cava que entra sola. Y aunque no se pida un deseo en voz alta, uno siempre acaba pensando: “ojalá esto no se acabe nunca”.

Deseos que se mastican

Lo de pedir tres deseos mirando al fuego es muy bonito, pero en Tragabuches la cosa es más de pedir fuera de carta. Aquí los deseos se mastican. Se mojan con pan. Se sirven en cazuela.

La cocina tradicional tiene algo de magia, sobre todo si lleva fondo, horas y cariño. En San Juan, se vale pedir un guiso, un arroz o una ensaladilla y sentir que, por fin, estás donde tenías que estar. Sin fuegos artificiales. Solo con buena comida, y mejor vino.

En BiBo, en cambio, San Juan suena a música, se bebe frío y se come sin pensar demasiado. Brioche, guacamole al momento, algo japonés, algo andaluz. Aquí no se sigue una norma. Se improvisa, se prueba, se comparte. Que también es una forma de desear cosas nuevas.

No hace falta hoguera si hay sobremesa

La gente se pone seria con San Juan. Que si bañarse en el mar a medianoche, que si no mirar atrás, que si los deseos en papel reciclado. Nosotros creemos que no hace falta tanto. Basta con una mesa con amigos cerca y una sobremesa que se alargue toda la noche.

Y si estás en duda de dónde reservar, recuerda: Leña, Lobito de Mar, Tragabuches y BiBo son más fiables que cualquier ritual. En cualquiera de ellos, el deseo básico se cumple: comer rico y pasarlo bien.

A veces, el fuego está en la cocina. La magia, en el primer bocado. Y los nuevos comienzos, en una buena copa de vino, o de cava, si estás en Barcelona.

Así que este 23 de junio no tires tus deseos al mar. Tíralos sobre la mesa. Y celebra San Juan como toca: sin prisas, sin protocolos, y con el estómago lleno.

Hay palabras que, juntas, son una garantía de felicidad mediterránea: Lobito de mar, Madrid, arroz. Y ahora, con el nuevo menú “A toda vela”, la promesa se cumple plato a plato. Una propuesta pensada para quienes disfrutan del mar en la mesa de lunes a viernes en horario de almuerzo, sin complicaciones pero con mucho sabor. En Lobito de Mar Madrid, A toda vela, sorprende con una selección de entrantes, principales y postre que combinan tradición, originalidad y mucho producto.

Un arranque por todo lo alto

Todo comienza con una ensaladilla rusa de anguila ahumada. Sí, ensaladilla. Pero no cualquiera. Cremosa, sabrosa, y con ese punto ahumado que lo cambia todo. No da tiempo ni a mirar a los lados: desaparece del plato antes de que alguien pueda pedir repetir. Le siguen unas croquetas mixtas, pequeñas bombas de sabor donde lo clásico y lo marino se dan la mano. Luego llegan las chirlas salteadas con vino manzanilla, ese tipo de plato que pide pan y silencio, con un olor que lo dice todo antes del primer bocado. Y para redondear la jugada, una baby burger de atún con canónigos. Pequeña, jugosa y con ese equilibrio que solo se consigue cuando alguien ha hecho muchas pruebas hasta dar con la combinación perfecta.

El momento decisivo

Aquí toca elegir. Y no es fácil. Hay cuatro principales que compiten por el protagonismo. Para los amantes del pescado, un lomo de lubina a la brasa que entra solo, con ese punto justo de cocción y la piel crujiente que suena al cortarla. Otra opción: carpaccio de chuletón de atún con huevos fritos al ajillo. Un plato sorprendente, con juego de texturas, aroma a ajo y ese punto rebelde que alegra cualquier día. Y por supuesto, lo que no puede faltar en una ecuación que incluya Lobito de mar, Madrid, arroz: el arroz seco de marisco y pescado. Con sabor intenso, grano suelto, y ese fondo que te hace cerrar los ojos al probarlo. Un cuarto principal que entra en escena: arroz al sarmiento de pollo coquelet. Con ese sabor ahumado que solo se consigue con brasas de verdad, y un pollo que se deshace, tierno y sabroso. La elección no es fácil, pero el resultado siempre es redondo.

Un final que sabe a gloria

Y como todo buen menú, el final está a la altura del resto. Una tarta de queso fresco que pone el broche perfecto sin empalagar. Ligera, cremosa y con ese punto lácteo que recuerda a la tarta de toda la vida, pero con el toque justo para querer volver solo por ella.

En Lobito de Mar Madrid, “A toda vela” es, en esencia, un menú pensado para disfrutar del mar en cada plato. Para quienes saben que las mejores comidas no necesitan mucha explicación, solo buenos productos, un entorno agradable y las manos de un equipo que entiende de cocina con alma. Si hay algo claro, es que con propuestas como esta, Lobito de mar, Madrid, arroz no es solo una frase bonita: es una invitación irresistible.

El 28 de mayo no es un día cualquiera. Es el Día Internacional de la Burger, una fecha que rinde homenaje a uno de los bocados más icónicos y queridos del mundo. Pero si hablamos de burgers que realmente dejan huella, hay una que brilla con luz propia: la burger que le dio sentido a todo de Leña. Esta creación se ha convertido en un referente en Leña Marbella, Leña Madrid y Leña Barcelona, y es mucho más que carne entre panes. Es una experiencia que despierta todos los sentidos y redefine lo que significa disfrutar de una auténtica burger.

Una Obsesión por la Perfección

Desde sus inicios, Leña ha tenido una misión clara: hacer de la burger el plato más característico de Leña. No se trata solo de usar los mejores ingredientes, sino de llevar cada detalle a un nuevo nivel. Todo empieza con la carne, seleccionada cuidadosamente para lograr ese equilibrio perfecto entre jugosidad y sabor. Luego, se combina con un pan que es mucho más que un simple soporte: es el lienzo que enmarca cada bocado, suave por dentro y ligeramente crujiente por fuera, acompañado de queso Havarty y la guinda el pastel, la icónica salsa Bull de Dani Garcia. Pero lo que realmente marca la diferencia es el fuego. Ese toque de parrilla que le da a cada burger de Leña ese sabor ahumado y profundo que solo se consigue cuando la llama se convierte en un ingrediente más.

Más que una Burger, una Experiencia

La burger bull de Leña no es solo una burger, es una declaración de principios. Es el resultado de años de pasión y dedicación, de chefs que viven y respiran el arte de la parrilla. Cada vez que se sirve en Leña Marbella, Leña Madrid o Leña Barcelona, se cuenta una historia de fuego, de tradición y de innovación. Es una experiencia que comienza con el primer aroma que sale de la cocina, que te envuelve cuando el plato llega a la mesa y que culmina con ese primer bocado que te hace cerrar los ojos y suspirar. Porque comer en Leña es eso: una experiencia que se vive con todos los sentidos.

Así que este 28 de mayo, celebra el Día Internacional de la Burger como se merece. Déjate llevar por el sabor inconfundible de la Bull, una burger que no solo alimenta el cuerpo, sino también el alma. Porque si hay algo que sabemos en Leña, es que las mejores historias se escriben al calor del fuego.

El carpaccio de chuletón de atún es una declaración de intenciones. En Lobito de Mar Marbella y Madrid, se convierte en una experiencia imprescindible. Lo que lo hace único es su origen: una pieza del lomo blanco del atún, concretamente entre las costillas 2, 3, 4 y 5. En esa zona se encuentran tres cortes tan nobles como precisos: el descargamento, el tarantelo y la ventresca. Juntos crean un equilibrio perfecto entre grasa, textura y sabor. Una armonía que rinde homenaje al animal más venerado del Atlántico. La técnica ancestral de la almadraba permite capturar estos ejemplares en su mejor momento. La pesca se realiza con respeto al mar y a su ciclo natural. Solo así se logra un producto fresco, de temporada y de calidad excepcional. Este carpaccio de atún no se improvisa: se elige, se afina y se respeta. Su sabor conecta el mar con la tierra, la tradición con la innovación, el presente con la memoria.

Técnica, precisión y respeto

El chuletón de atún que llega a la mesa en Lobito de Mar no es fruto del azar. Procede de piezas seleccionadas con extrema meticulosidad. Cada atún es capturado mediante la almadraba, un sistema sostenible y controlado que sigue vigente en las costas de Cádiz. Gracias a la labor de Gadira, el producto mantiene intactas sus propiedades y su pureza. De cada pieza se escoge lo mejor: el descargamento aporta firmeza, el tarantelo jugosidad y la ventresca una grasa noble, suave y untuosa. Esa combinación convierte este carpaccio en un bocado elegante y sabroso. En manos del equipo de Dani García, el atún alcanza una nueva dimensión. El corte se hace con precisión milimétrica, lámina a lámina, con técnica y respeto. El resultado es un plato ligero, limpio y con carácter. Una propuesta en la que el protagonismo lo tiene el producto, sin más adornos. Porque cuando se trabaja con atún de verdad, todo lo demás sobra. Cada detalle está pensado para destacar la esencia marina de este bocado.

Una joya marina en dos ciudades

Este carpaccio de atún se sirve tanto en Marbella como en Madrid. En Lobito de Mar, el entorno amplifica la experiencia: elegante, fresco y con alma marinera. No se trata solo de comer, sino de vivir el Mediterráneo desde el plato. Detrás de cada lámina hay una historia que empieza en el mar del sur. Pasa por las manos expertas de Gadira y termina en la cocina de Dani García. Una historia de respeto, calidad y compromiso con el sabor auténtico. En Madrid, este carpaccio de atún acerca el mar a la ciudad con toda su intensidad. En Marbella, se disfruta con el rumor de las olas de fondo. Ambas ciudades, ofrecen una experiencia de lo más marina: emoción, técnica y sabor verdadero. Este plato representa la conexión entre la tradición de la almadraba y la visión contemporánea de Dani García.

El pasado 13 de mayo, en el restaurante Dani Brasserie del Hotel Four Seasons Madrid, tuvo lugar un evento muy especial: el ronqueo de un atún rojo de almadraba. Para quienes no lo conocen, el ronqueo es la técnica tradicional para cortar y despiece el atún de forma profesional, sacando todas las piezas aprovechables con cuidado y respeto. Esta demostración acerca a la gente al producto, mostrando la importancia del origen, la calidad y la técnica detrás de un buen plato de atún.

El atún rojo de almadraba es uno de los productos más valorados en la cocina española y mediterránea. La almadraba es la técnica tradicional que se usa en las costas del sur de España para pescar atún de forma sostenible. Por eso, la llegada de un atún de almadraba a un restaurante como Dani Brasserie es todo un acontecimiento.

El proceso del ronqueo paso a paso

El día del evento, el restaurante se preparó para recibir un atún de gran tamaño. Dani Garcia junto al equipo de Gadira, enseñaron a los asistentes cada paso del ronqueo, desde la colocación del atún hasta los cortes más delicados. El ronqueo no es solo cortar, sino conocer la anatomía del atún para sacar cada pieza de la mejor manera posible.

Durante la demostración, los asistentes vieron cómo el cuchillo se movía con precisión para hacer cortes limpios y perfectos, sin desperdiciar nada. Aprendieron que en un buen ronqueo nada se pierde: las piezas menos conocidas se aprovechan para guisos, conservas o caldos, manteniendo el respeto por el producto y la sostenibilidad.

La importancia del ronqueo en la gastronomía

El ronqueo es mucho más que una técnica de corte; es un arte que forma parte de la cultura gastronómica española. Saber despiece un atún correctamente permite aprovechar todas sus partes y respetar la calidad del producto.

Este evento en Dani Brasserie puso en valor cómo el conocimiento y la tradición se unen para crear platos excelentes. Además, la técnica del ronqueo es fundamental para preservar el sabor y la textura del atún, aspectos esenciales para los chefs y los comensales.

Por otro lado, eventos como este acercan a la gente a la gastronomía real, a entender lo que hay detrás de cada plato y a valorar el trabajo que hay detrás. La sostenibilidad y el respeto por el producto son cada vez más importantes, y el ronqueo es un claro ejemplo de ello.

El atún rojo de almadraba es uno de los tesoros más valorados del mar y en los restaurantes del chef Dani García es un ingrediente esencial, apreciado no solo por su intenso sabor, sino también por las propiedades que lo hacen único. Una de esas propiedades es el colágeno, una proteína natural que juega un papel crucial en la textura y jugosidad de este pescado. Para garantizar la máxima calidad, Dani García confía en Gadira, que ofrece atún rojo capturado de forma sostenible mediante la técnica tradicional de la almadraba.

El poder del colágeno en el atún rojo

El colágeno es una proteína estructural que se encuentra en los tejidos conectivos de los animales, incluido el atún rojo de almadraba. Esta proteína no solo aporta beneficios nutricionales, sino que también es responsable de la textura jugosa y firme que tanto apreciamos en este pescado. Sin embargo, para disfrutar de su verdadera jugosidad, es esencial cocinar el atún correctamente. Si se cocina a fuego demasiado alto, el colágeno no tiene tiempo de fundirse, lo que puede hacer que el pescado quede seco y chicloso. Para evitarlo, lo ideal es cocinarlo a fuego lento, permitiendo que el colágeno se derrita y se mezcle con las fibras musculares, logrando así una textura suave y jugosa que se deshace en el paladar.

Cómo cocinar el atún para aprovechar al máximo su colágeno

Para sacar el máximo partido al colágeno del atún rojo, es fundamental respetar ciertas técnicas de cocción. Una opción es el tataki, una técnica japonesa que consiste en marcar el atún rápidamente a alta temperatura y luego enfriarlo, lo que sella los jugos en su interior mientras mantiene su textura suave. Otra forma es a la parrilla, pero siempre cuidando no sobrecocerlo para que no pierda su jugosidad natural. También se puede optar por guisos a fuego lento, donde el colágeno tiene tiempo de fundirse por completo, potenciando el sabor y la textura del plato. Gadira, se asegura de que cada pieza de atún mantenga intactas estas propiedades, garantizando una experiencia gastronómica inigualable.

Beneficios del colágeno del atún rojo más allá del sabor

Además de mejorar la textura, el colágeno del atún rojo también ofrece múltiples beneficios para la salud. Esta proteína es conocida por mejorar la elasticidad de la piel, fortalecer las articulaciones y promover la salud ósea. Por eso, cuando disfrutas de un plato de atún rojo en Lobito de Mar, no solo estás saboreando una delicia marina, sino que también estás aportando nutrientes esenciales a tu cuerpo. Y con Gadira, puedes estar seguro de que cada pieza es una experiencia saludable y sostenible.

El Día de la Madre siempre llega con una promesa: la de celebrarla como se merece. En Grupo Dani García, hay muchas formas de hacerlo, pero pocas tan memorables como comer bien. Muy bien. Porque si hay algo que sabe hacer una madre, es cuidar. Y si hay algo que sabe hacer Dani García, es elevar esos cuidados a través de la gastronomía.

Para los que crecimos con una cuchara de caldo entre las manos y una croqueta casera como premio a una tarde difícil, sabemos que hay platos que no se olvidan. Son recetas que tienen nombre propio. A veces es el de tu madre. A veces, el de tu abuela. Otras, el de un chef que entendió que la cocina también es emoción.

Este Día de la Madre, quisimos volver al origen. Pero con el sabor de hoy. En las mesas de Tragabuches, los guisos tradicionales se reinterpretan con el respeto de quien recuerda. Un fondo de puchero, una cucharada de cariño y el recuerdo de aquellas meriendas infinitas que sabían a hogar. Comer en Grupo Dani García es volver a casa sin salir del presente.

Regala por el Día de la Madre

No todas las madres son iguales, ni todos los planes deben serlo. Algunas son más de brasa. Más intensas, más sabrosas. Para ellas, está Leña. Donde el fuego se convierte en espectáculo y el carbón en arte. Un restaurante que entiende el instinto. Que sabe que hay días en los que el mejor regalo no se envuelve: se sirve al centro de la mesa y se comparte entre risas, entre miradas que hablan sin decir nada.

Otras madres prefieren el mar. Y no cualquier mar. Hablo del que sabe a espeto, a salitre, a verano que empieza antes. Para ellas, está Lobito de Mar, ese rincón marinero que huele a chiringuito con alma de restaurante. Donde los pescados llegan con nombre y los arroces se sirven como si fueran domingos en familia.

Tragabuches no es solo un restaurante. Es un escenario donde ocurren cosas, donde las madres se convierten en protagonistas. Donde la gastronomía se vuelve un lenguaje de amor y tradición. Y este domingo, todas las miradas deben estar puestas en ellas.

Dani García lo entendió hace tiempo: una madre no quiere un ramo, quiere un recuerdo. No quiere un regalo cualquiera, quiere un momento inolvidable. Por eso, en cada una de sus marcas hay un lugar para ella. Una mesa donde todo sabe mejor, donde cada detalle está pensado para que se sienta especial.

Este Día de la Madre, no regales cosas. Regala instantes, sobremesas que se alargan sin mirar el reloj, silencios cómodos y platos que despiertan la memoria. Regala eso que no se compra, pero que sí se recuerda: tiempo con ella.

Porque comer en Grupo Dani García puede ser un gesto de amor. Puede ser una declaración. Puede ser ese “gracias por todo” que a veces no decimos, pero sí sentimos. Y si ese agradecimiento viene en forma de tartar, de una copa de vino, de una brasa lenta o de una receta que huele a infancia, entonces el regalo es perfecto.

Piensa en su plato favorito. Pregunta por ese vino que le gusta. Pide postre aunque digas que no puedes más. Y haz una foto. No para Instagram, sino para el recuerdo. Porque los recuerdos también se sirven en mesa. Y porque comer en Grupo Dani García este Día de la Madre es mucho más que sentarse a la mesa: es celebrar la historia que os une.